martes, 27 de octubre de 2009

CRUZADA POR NUESTROS PÁRAMOS

Fotografía: Mina de carbón en páramo de Guargua en el municipio de Tausa, Cundinamarca. Archivo particular.
Por: Javier E. Herrera

Colombia y Ecuador tienen la mayor cantidad de hectáreas de estos ecosistemas, amenazado por muchos factores, entre otros, la minería. Acueductos de grandes ciudades como Bogotá dependen de los páramos. Como todos los ecosistemas, los páramos son vitales para el sostenimiento del medio ambiente. Están ubicados entre los 3.000 y 4.700 metros sobre el nivel del mar y cubren una extensa parte de la región: desde la cordillera de Mérida, Venezuela, hasta el norte de Perú y otros complejos en Costa Rica, Ecuador y Colombia. También los hay en Etiopía, Uganda, Kenia, Tanzania y Nueva Guinea.

Aunque aún no se conocen cifras sobre el impacto del cambio climático sobre la capacidad de generación hídrica de los páramos, Wouter Buytaert, hidrólogo y profesor del Imperial College of London, en Inglaterra, opina que vamos a perder un 50 por ciento de los páramos y que estos serán reemplazados por otros ecosistemas que ahora se encuentran en cotas inferiores. Un avance en la protección de estos ecosistemas dentro de Colombia, fue la reiteración del ministro de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, sobre la exclusión de los páramos como áreas de explotación minera (Código Minero - versión corregida).


¿Cuáles son los efectos del cambio climático sobre los páramos?

El aumento de la temperatura aumenta la aptitud agrícola y pecuaria de los suelos, lo que va a afectar la función reguladora de CO2 del páramo. Se reduce su potencial regulador del recurso hídrico, es decir su función de "esponja" (los páramos almacenan carbono atmosférico que ayuda a controlar el calentamiento global). Además, el páramo sufrirá más sequías en épocas secas y no podrá almacenar tanta agua en época húmeda. Ello implica una mayor incertidumbre para los usuarios del agua que allí se genera y se regula.


Un indicador de lo anterior es el hecho de que hace 20 años los cultivos de papa en los páramos de Colombia llegaban a los 3.600, 3.800 m.s.n.m.; y ahora ya están llegando a los 4.000 metros. Como consecuencia, se destruyó mucho páramo y eso tiene un efecto directo sobre la cantidad de agua.

Todos los páramos son vulnerables a los cambios, ya sean generados por la actividad humana local o por los cambios globales (calentamiento global); los más húmedos, como los de la cordillera oriental, peligran frente al cambio climático, en tanto que los páramos más secos, como los de Boyacá y Villa de Leyva, son más vulnerables a las actividades humanas como la ganadería y la quema no regularizada y porque son más fáciles de colonizar.



¿Cómo afecta la minería a estos ecosistemas?

Las actividades mineras son las que generan mayores ingresos y puestos de trabajo en temporadas de bonanza. Pero hay que preguntarse qué tan sustentable es eso y la sociedad colombiana debe cuestionar qué tan rentable es tener una actividad económicamente fuerte en un área tan importante como el páramo. Al menos tenemos el aliciente de que la nueva versión del Código Minero, revisada y recientemente aprobada por el Gobierno, excluye las zonas de páramo para explotación minera. Sin embargo, en muchas regiones del país el daño ya está hecho.

La sociedad civil, nosotros como Estado que somos, debemos propender para que se imponga el sentido común por el bien común, estableciendo e implementando el siguiente hecho: el balance económico a largo plazo siempre está a favor del páramo y no a favor de la minería o de la agricultura tradicional (insustentable). En cuanto a la minería, si bien hay empresas que están minimizando su impacto con programas de responsabilidad social, definitivamente la minería sustentable en estos frágiles ecosistemas no existe. El debate del desarrollo económico no es viable en una sociedad que depende de sus páramos como fuente hídrica. La minería, que puede tener un efecto positivo durante 10, 15 o 50 años no compensa la importancia del agua para los próximos miles de años.

Por su parte, el conflicto entre la conservación del ecosistema o su uso para la producción agrícola, tiene otros componentes más complejos, dado que lidian la seguridad alimentaria en un país con población creciente y cada vez más tierras dedicadas a la producción de biocombustibles, en tanto que el páramo ofrece la posibilidad de producir con menores costos de producción, ya que hay una menor presión por parte de plagas y enfermedades sobre los cultivos; mientras que el calentamiento global favorece el ascenso de dichas plagas a cada vez mayor altitud.


Busquemos alternativas de solución que ataquen las causas directas... ojo con los gobernantes que elegimos.

No solo está en juego la preservación del paisaje, los frailejones, los humedales, cóndores, osos de anteojos y palmas de cera... sino nuestra propia preservación y la de nuestra progenie.


Información de base: Congreso Nacional de Páramos y Artículo de REBECA GALINDO, publicado en el diario El Tiempo - Colombia.


Javier Eduardo Herrera B.

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